Es curioso echando un vistazo a la infinidad de títulos en la historia del cine que van de amor, ninguna película se presenta solo llamándose 'Amor'. Hay películas que van con añadiduras a esa corta palabra que significa tanto: A Roma con amor, El mismo amor la misma lluvia, Amor a quemarropa, El amor llamó dos veces, etc. como queriendo contar algo más. Y es que viendo esta película de Haneke no hay mejor manera que describirla: Amor. El director austríaco consigue mostrarnos un profundo y sentido relato desgarrador donde reivindica la inevitable mortalidad dentro de un contexto cotidiano. Aunque 'Amour' carece de esa maldad o arma de doble filo del cine de Haneke, sigue siendo una película con capacidad de sorprender. Y es extraño decir de Haneke que ha realizado una película hermosa y que también pasa por ser una película deprimente.
Haneke hace que nos preguntemos cuestiones vitales ¿Qué haríamos si nuestro mundo ideal con esa persona que tanto amamos se desmorona a nuestro alrededor? ¿Cómo podemos afrontar todo si la personas que más queremos está rabiando de dolor? ¿Tenemos en nuestras vidas a alguien que nos ama lo suficiente como para pasar eso? ¿Hay alguien que nos va a cuidar siempre de manera incondicional? Son pensamientos desgarradores que pueden afectarnos a nosotros en una medida u otra en algún momento de la vida. Haneke nos hace sentir el dolor, la frustración, el amor y un aspecto muy importante: tanto sufre el enfermo como quien lo cuida. Y es que 'Amour' se mueve dentro de un guión detallado y limitado a un escenario en el cual se desarrolla la trama haciéndose en cierto modo irresisitible, todo examinado por Haneke con un ojo para el detalle estupendo.
'Amour' cuenta como Georges y Anne son una pareja de unos ochenta años que aún se siguen amando como el primer día. Cuando la salud de Anne empieza a deteriorarse debido a un derrame cerebral, Georges le promete que la cuidará en casa y no estará en un hospital. Entonces asistimos a una verdadera prueba de compromiso y de amor. Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant fueron iconos de la Nouvelle Vague, en películas de Resnais y Rohmer. Sus interpretaciones son impecables. La belleza en la cual retratan a sus personajes con tanto sentimiento y autenticidad resulta espléndida, componiendo secuencias de gran alcance emotivo. Riva intepreta a su personaje con tanto realismo que resulta difícil desconectar de la película. Su pasión por la vida desde el principio hace que lo que venga después sea aún más difícil de ver. La actuación, la escenificación y el realismo que consigue da un aire como de documental, dando más cercanía. La química entre ambos también es fundamental.
El resto de la película se desarrolla enteramente entre las paredes del apartamente de la pareja. La mayoría de tomas son estáticas, con iluminación natural y unos tonos grises casi asfixiantes a los cuales ayuda la excepcional fotografía de Darius Khondji. Esa perspectiva limitada y estática es otro atributo distintivo de Haneke, ya que de esa forma cinematográfica ubica escenario y actores.
Y es que el amor que no tiene que ver siempre con momentos románticos y alegres, es amor verdadero estar con la persona que quieres en su momento más terrible y desgarrador. El amor es amar a alguien cuando está haciendo su vida miserable y te dan ganas de llorar. Esta película transmite el verdadero significado de lo que es amar a alguien, en la forma más poderosa y convincente. Un amor sin bombones ni flores sino limpiando el culo de alguien cuando ya no pueden hacerlo por sí mismos. Es hermoso y es feo, pero es el amor.
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